Abstract
La competitividad de un país se encuentra directamente relacionada con la capacidad que poseen sus instituciones en ser transparentes y pertinentes, garantizando el aprovechamiento de las oportunidades en beneficio de la población. Con instituciones fuertes se atraen inversiones, se limita la corrupción, se frena la discrecionalidad de los gobernantes, entre otros, lo cual permite consolidar el crecimiento económico y el desarrollo social.